APORTACIÓN AL DEBATE SOBRE LAS EVALUACIONES PSICOPEDAGÓGICAS.

Estoy muy orgullosa de compartir que el Colectivo Orienta ha decidido inaugurar su quinta temporada con mi pequeña aportación al debate sobre las evaluaciones psicopedagógicas.
Es un tema complejo, en evolución y con diferentes perspectivas, por lo que agradezco cualquier participación y por supuesto, incluidas las críticas.




XXVI Congreso Internacional de Psicología INFAD. Protocolo de Buenas Prácticas en Parentalidad Positiva. Experiencia de aplicación




Educar y hacerlo en positivo, no es sencillo, porque es una tarea que requiere coherencia y constancia, pero es una obligación que tenemos las personas con responsabilidades parentales. Ya por el 2006, desde el Consejo de Europa, se puso el acento en la línea que deberíamos seguir, acuñando el término PARENTALIDAD POSITIVA “como el ejercicio referido al comportamiento de los padres fundamentado en el interés superior del niño, que cuida, desarrolla sus capacidades, no es violento y ofrece reconocimiento y orientación que incluyen el establecimiento de límites que permitan su pleno desarrollo"

La Recomendación del Consejo de Europa (Rec., 2006) respalda la importancia de crecer en un ambiente familiar positivo y enfatiza la responsabilidad del estado de crear condiciones, proporcionándoles a las madres y padres apoyos adecuados. España ha adoptado el enfoque preventivo en la intervención familiar para fortalecer capacidades de los padres, empoderar a las comunidades, así como adoptar códigos de buenas prácticas profesionales para salvaguardar los derechos de las niñas y niños y promover su desarrollo. 

De este tema, del cómo, del para qué, se estuvo debatiendo el pasado mes de junio en Salamanca, en el XXVI Congreso Internacional de Psicología INFAD, donde participamos, una de las integrantes de IdeAndo, con una ponencia que llevaba por título “Protocolo de Buenas Prácticas en Parentalidad Positiva. Experiencia de aplicación: La parentalidad positiva en el noroccidente asturiano”.

En el año 2009 se desarrolló en Navia (Asturias) el Programa de Orientación Educativa Familiar (en adelante, POEF), basándonos en el Programa – guía para el desarrollo de competencias emocionales, educativas y parentales desarrollado por la profesora Raquel – Amaya Martínez González de la Universidad de Oviedo[1]. Desde su inicio tratamos de adaptar el POEF al contexto, al grupo de madres y / o padres con los que se iba gestando el proyecto. Nos propusimos, mediante un proceso dialéctico entre teoría y práctica, ir dando forma a una herramienta, ya de por sí, necesaria, eficaz y muy valiosa por su carácter multiplicador y preventivo, adaptándola a nuestro entorno de trabajo y a la finalidad última de los servicios sociales que es la compensación de desigualdades.  

Años más tarde surge la Guía de Buenas Prácticas en Parentalidad Positiva[2] para orientar y mejorar la práctica profesional en el trabajo con familias desde el enfoque que venimos comentando. Esta guía está destinada a ser una herramienta que permita identificar las buenas prácticas y facilitar los procesos de reflexión en los servicios y en las políticas que son clave para garantizar la calidad de intervención. Además de estos objetivos, al Área I, que abarca los 17 concejos asturianos del noroccidente asturiano, nos ofreció la posibilidad de:

- abordar la intervención familiar de forma integral, por ser éste un tema que no se ubica únicamente en los servicios sociales, en salud, en educación,… cualquier servicio que trabaje con personas está actuando sobre un miembro de la unidad familiar

- optimizar proyectos ya existentes en diferentes municipios bajo la óptica de la parentalidad positiva

-el trabajo en red, entendido como aquellas relaciones dialécticas que se producen entre un conjunto de agentes sociales que confluyen en un territorio y que ante un objetivo común (bienestar familiar y calidad de vida) deciden participar en un proceso de mejora que redundará en un mejor conocimiento de la realidad, en intervenciones más eficaces y una adecuada evaluación de los resultados, así como más satisfacción en el desarrollo profesional y sobretodo, una mayor coherencia territorial y sentimiento de pertenencia a una comunidad de todas las personas y agentes participantes. 

Por lo tanto, el protocolo de buenas prácticas en parentalidad positiva, nos vino a ofrecer una oportunidad clara de optimizar la gestión a favor de la coordinación interdisciplinar, la sensibilización, la formación, la promoción ciudadana y la prevención de situaciones de riesgo, abriéndonos las puertas a la solicitud del Reconocimiento a la Promoción de la Parentalidad Positiva, sello al que cualquier Ayuntamiento o Entidad puede optar y que habla de espacios sensibilizados donde repensar los servicios ofrecidos y hacerlos familiarmente accesibles.  

Si el tema de cómo desarrollar nuestra labor educativa, cómo dirigirnos a nuestras hijas e hijos, cómo cuidar, educar y favorecer el pleno desarrollo de los niños y niñas … os resulta de interés, desde aquí os recomendamos una página web del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social en convenio con la FEMP www.familiasenpositivo.org donde podéis encontrar información, orientación, motivos de reflexión y, sobre todo, un mensaje positivo que nos acompañe día a día.


[1] Martínez, R.A. (2009). Programa -Guía para el Desarrollo de Competencias Emocionales, Educativas y parentales. Madrid: Ministerio de Sanidad y Política Social.

[2] Rodrigo, M.J., Amorós, P., Arranz, E., Hidalgo, M.V., Máiquiez, M.L., Martín, J.C., …Ochaita, E. (2015). Guía de buenas prácticas en parentalidad positiva. Un recurso para apoyar la práctica profesional con familias. Madrid: Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). Retrieved from http:familiasenpositivo.org

EL MODELO HUMANISTA ESTRATÉGICO Y OTRAS COSAS DE LA VIDA.


He de reconocer que lo mío fue un flechazo. La primera vez que escuché hablar sobre el modelo humanista estratégico, la teoría PASS y la teoría del enmascaramiento de las emociones, me quedé fascinada. Se presentaba ante mi un modelo digno de llevar dicho nombre, una teoría de la inteligencia clara, coherente y fundamentada y una teoría de las emociones que por fin ayudaba a entender e intervenir. Pero como en todo enamoramiento, después de una fase de exaltación de la belleza, llega el tortazo de realidad. En el caso del modelo humanista – estratégico, este vino en forma de choque de trenes entre lo que sabía y lo que estaba aprendiendo.
En pleno derrumbamiento, como no, seguí a rajatabla las lecciones del arte de amargarse la vida y empecé a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor[1]. Un tiempo pasado en el que me formaba sin parar y cualquier aprendizaje nuevo lo incorporaba sin problemas. Tanto si hablamos de un curso sobre intervención comunitaria con Teresa Zamanillo como una actividad con Aurea de biodanza, lo mismo me daba, lo aprendido, mucho o poco, lo sumaba a lo que ya sabía sin ni tan siquiera un pequeño roce. Entre la educación emancipadora y la planificación centrada en la persona incorporaba sin problemas las constelaciones familiares y la meditación nenbutsu. Por decirlo en términos piagetanos vivía en el feliz mundo de la asimilación sin necesidad de recurrir a la trabajosa acomodación para recolocarlo todo.
Pero desgraciadamente con el modelo humanista estratégico esto no ocurre. Las teorías que lo fundamentan entran en contradicción con lo que sabemos y hacemos. El viejo y tan utilizado esquema “pensamiento - conducta - emoción” se cae por los suelos y la restructuración cognitiva se cae con él. Y es que es duro asimilarlo, pero ya no podemos recurrir a nuestro lado racional, para controlar el emocional. Bueno, es duro, y al mismo tiempo, es un alivio, porque aparecen interrogantes nuevos, pero algunas viejas preocupaciones se van.
La teoría PASS nos lo explica con una de sus clarificadoras metáforas: Hay dos carreteras, la del corazón y la de la razón. Estas carreteras no se cruzan nunca. Si tenemos un problema emocional y lo intentamos solucionar razonando, es como si tuviéramos un atasco en la carretera del corazón y estamos mandando la policía a la carretera de la razón.
Otra forma de verlo: Javier Tirapu nos dice que la emoción y la razón están comunicadas, pero en dirección emoción - razón, por una autopista de 4 carriles y en dirección inversa, por una camino de cabras.
Si habéis seguido un proceso similar al mío, os preguntaréis qué tiene de bueno descubrir que tus conocimientos estaban errados. Descubrir que lo que estabas haciendo está mal. La verdad es que así, en estado puro, de bueno no tiene nada. La parte buena es que ya sabemos porque hemos fallado.
He tenido la suerte o la desgracia de haber leído, reflexionado y practicado mucho sobre temas como la relajación, las habilidades sociales o la gestión emocional. Lo he aplicado a otras personas y consciente de mis carencias, también a mi misma. Es cierto, que algo bueno se saca, sino, no le hubiese dedicado tanto tiempo. Aprendes, ves las cosas con más claridad, puedes descubrir tus debilidades y aprender cómo superarlas, etc. pero también es cierto que las cuestiones más importantes, las que más te afectan y preocupan, las ves, las analizas, las entiendes, sabes que lo podrías hacer de otra forma, pero cuando llega la hora de la verdad, vuelves a cometer el mismo error, una y otra vez. Con lo que al final, te sientes mal, frustrada, te infravaloras y te ves más vulnerable. Ahora sé que no podía cambiar mi forma de actuar, porque ni siquiera era yo la que estaba decidiendo actuar así. Y la verdad, es un alivio.
A veces nos negamos a aceptarlo, pero los programas que tanto nos gustan, como por ejemplo, los programas de habilidades sociales, cuando se trata de un problema emocional, no solamente no ayudan, sino que perjudican.
Volvamos a las metáforas. Cuando hay un problema de conducta, los comportamiento observables son el humo. Esto significa que hay un fuego, que es el verdadero origen del problema y es el que está generando el humo que es lo que vemos y los que nos molesta, pero que no es más que el síntoma. Cuando nos molesta el humo lo que hacemos es soplar para que se vaya, pero entonces estamos avivando el fuego. Para solucionar el problema, no nos podemos quedar en el síntoma, sino que tenemos que ir al origen y apagar el fuego. Por lo tanto, soplar humos es decirle a una persona que deje de hacer lo que está haciendo y haga lo que consideramos correcto. Cuando una persona tiene problemas de conducta y hacemos un programa de habilidades sociales, lo que hacemos es decirle que lo que hace está mal y cuál es el comportamiento que consideramos adecuado. Puede que sea mucho más planificado, estructurado y técnico que una reprimenda, pero sigue siendo soplar humos.
¿Pero entonces? ¿Los programas de habilidades sociales no sirven? No es posible. No cabe duda de que explicar qué es la asertividad y reflexionar y practicar para ser personas más asertivas, es una buena práctica. ¿O no?
Para solucionar este galimatías, yo he construído con cosas de la vida de aquí y de allá, el siguiente esquema.
Hace tiempo que aprendí, que para hacer cualquier cosa en esta vida, deben darse tres condiciones: hay que saber, hay que poder y hay que querer.
Pongamos un ejemplo sencillo: para hacer una tortilla, tengo que saber hacerla; tengo que saber que hay que pelar y picar la patata, calentar el aceite, freír, batir los huevos, etc. También tengo que poder; tengo que tener cocina, sartén, patatas, huevos, aceite, etc. Sin una de estas dos condiciones estoy bloqueada. Si tengo los ingredientes y utensilios, pero no sé hacerla, no podré cocinarla y lo mismo pasa al contrario, no puedo hacer una tortilla si sé hacerla, pero resulta que no tengo ni patatas ni huevos. Por último tengo que querer. A nadie se le escapa que puedes saber hacerla, tener todo lo necesario pero resulta que no quieres, así que sencillamente, no la haces.
Con las habilidades sociales pasa lo mismo. Hay que saber, poder y querer. Es posible que tengamos un alumno o alumna con mal comportamiento, sencillamente porque no sabe hacerlo mejor. Imaginemos que en su entorno cercano tiene estilos de comportamiento agresivos y por imitación ha aprendido a comportarse así. Para mejorar su situación personal podemos intervenir con el objetivo de que aprenda otra forma de relacionarse y conseguir sus objetivos, es decir: programa de habilidades sociales.
Sin embargo, en muchas ocasiones, no es que no sepa, sino que no puede. Hay una creencia que está activando su amígdala y haciendo que adopte un comportamiento defensivo. En este caso, la persona no decide comportarse así y por lo tanto, por mucho conocimiento que tenga sobre habilidades sociales y asertividad no puede modificar su comportamiento. Cuando se da esta situación intervenir con el objetivo de que aprenda habilidades sociales sólo puede conseguir que la persona se frustre y se sienta incapaz. En este caso, la carencia no está en el saber, sino en el poder y la intervención debe dirigirse a conseguir que la conducta defensiva desaparezca y por lo tanto la persona pueda decidir cómo comportarse y es en este momento cuando empieza a utilizar sus habilidades y conocimientos.
Es posible que fallen las dos condiciones, es decir, que no sepa y que no pueda. En este caso, habría que realizar las dos intervenciones, pero habría que empezar por cambiar el poder.
Por último, nos faltaría analizar los casos en los que falla el querer. El problema es que esta condición es mucho más complicada y realmente no tenemos capacidad de intervención sobre lo que otra persona quiere. No obstante, es difícil que una persona que pueda decidir y sepa cómo hacer algo bien, no quiera hacerlo. Debemos pensar que muchas veces lo que parece un no querer hacer es un no saber o no poder disfrazado.
 En resumen podemos seguir desarrollando las habilidades sociales de nuestro alumnado, enseñando que es la asertividad y reflexionando sobre la gestión de conflictos. Estas actuaciones son adecuadas siempre para propiciar el desarrollo personal. Sin embargo, cuando se trata de intervenir sobre una situación concreta, cuando hemos detectado un problema de comportamiento, debemos hacer un diagnóstico y ver si lo que falla es el saber, el poder o las dos cosas.






[1] En referencia a la famosa obra de Paul Watzlawick.

Orientación y crianza. Reflexiones personales


Hoy en día, hay diversos perfiles profesionales que dan pautas y orientaciones sobre la crianza. En el sistema educativo, además de las orientaciones generales que puede dar el profesorado; tenemos a orientación y servicios a la comunidad, y en el sistema sanitario; nos encontramos con la matrona, pediatra y enfermera. También se podrían añadir otros recursos menos generalizados como psicóloga, nutricionista, asesora de lactancia, etc.
Cuando hablamos de crianza estamos tratando entre otras, las cuestiones más básicas como la alimentación o el sueño. Podríamos pensar que los diferentes profesionales se complementan con enfoques más sanitarios por un lado y más educativos por el otro, pero no es así, lo mismo nos podemos encontrar con intromisiones como con un total olvido del otro punto de vista.
A este pequeño batiburrillo se añade que las orientaciones no están para nada claras, encontrándonos con informaciones totalmente contradictorias. Puedes encontrarte con profesionales que aconsejan el colecho y con otras que recomiendan que el bebé se acostumbre a dormir sólo en su habitación y si es necesario aplicar el método Stivill.
Probablemente la falta de investigación o dificultad de los temas para llegar a conclusiones son algunas de las causas. Aunque, también es cierto, que existen indicaciones oficiales y que son poco asumidas por la comunidad profesional. Es decir, parte del problema también es que cada profesional va a su bola.
¿Por qué me parece importante este tema? Como profesional: son un problema las contradicciones que me encuentro con otras colegas y profesionales afines. Como madre: me encuentro con profesionales de las que “no me puedo fiar”, por lo menos, no al 100%.
Como orientadora, no soy la única profesional que intervengo con las familias, y perdemos totalmente toda la autoridad y las posibilidades de hacer una intervención eficaz, cuando yo le digo a una madre que no pasa nada porque duerma con su hijo, y la psicóloga por el contrario, le dice que afecta a su desarrollo psicológico, social y sexual.
Como madre, siento que no puedo consultar a mi enfermera pediátrica dudas sobre la introducción de alimentos, cuando me ha dejado claro que da por hecho que voy a utilizar leche de continuidad cuando mi decisión es la lactancia materna.
Esto me lleva a plantearme si como profesional estoy imponiendo mis conclusiones a las familias con las que intervengo y, si es esto lo que debo hacer. Hay que tener en cuenta que esta libertad que nos tomamos las profesionales se basa en que nuestra opinión no es una opinión cualquiera, sino que es el resultado de nuestra cualificación y experiencia. Sin embargo, está claro, que no podemos tener razón todas. Falta reciclaje y autocrítica para llegar a un estado en el que podamos ejercer nuestra profesión con semejante seguridad.
Por lo tanto, he llegado a la conclusión, al menos de forma temporal, de que a la familia le corresponde, podríamos decir el derecho y el deber de decidir, y a las profesionales asesorar desde el respeto a esas decisiones. Quizás, siendo un poco más ambiciosa, a las profesionales nos corresponde dar un paso más allá e intentar que las decisiones se tomen de forma informada y responsable.
Con este principio de procedimiento, si se diera el escenario de que una familia quiere aplicar el método Stivill, como profesional me correspondería explicar en qué se basa este método y las controversias existentes al respecto, con el fin de garantizar que tome una decisión informada. Y si decide seguir adelante, ayudarle a aplicar este método de la forma más eficaz posible, aunque sea una técnica que yo no comparto.


A la familia le corresponde el derecho y el deber de decidir, y a las profesionales asesorar desde el respeto a esas decisiones.