Orientación y crianza. Reflexiones personales


Hoy en día, hay diversos perfiles profesionales que dan pautas y orientaciones sobre la crianza. En el sistema educativo, además de las orientaciones generales que puede dar el profesorado; tenemos a orientación y servicios a la comunidad, y en el sistema sanitario; nos encontramos con la matrona, pediatra y enfermera. También se podrían añadir otros recursos menos generalizados como psicóloga, nutricionista, asesora de lactancia, etc.
Cuando hablamos de crianza estamos tratando entre otras, las cuestiones más básicas como la alimentación o el sueño. Podríamos pensar que los diferentes profesionales se complementan con enfoques más sanitarios por un lado y más educativos por el otro, pero no es así, lo mismo nos podemos encontrar con intromisiones como con un total olvido del otro punto de vista.
A este pequeño batiburrillo se añade que las orientaciones no están para nada claras, encontrándonos con informaciones totalmente contradictorias. Puedes encontrarte con profesionales que aconsejan el colecho y con otras que recomiendan que el bebé se acostumbre a dormir sólo en su habitación y si es necesario aplicar el método Stivill.
Probablemente la falta de investigación o dificultad de los temas para llegar a conclusiones son algunas de las causas. Aunque, también es cierto, que existen indicaciones oficiales y que son poco asumidas por la comunidad profesional. Es decir, parte del problema también es que cada profesional va a su bola.
¿Por qué me parece importante este tema? Como profesional: son un problema las contradicciones que me encuentro con otras colegas y profesionales afines. Como madre: me encuentro con profesionales de las que “no me puedo fiar”, por lo menos, no al 100%.
Como orientadora, no soy la única profesional que intervengo con las familias, y perdemos totalmente toda la autoridad y las posibilidades de hacer una intervención eficaz, cuando yo le digo a una madre que no pasa nada porque duerma con su hijo, y la psicóloga por el contrario, le dice que afecta a su desarrollo psicológico, social y sexual.
Como madre, siento que no puedo consultar a mi enfermera pediátrica dudas sobre la introducción de alimentos, cuando me ha dejado claro que da por hecho que voy a utilizar leche de continuidad cuando mi decisión es la lactancia materna.
Esto me lleva a plantearme si como profesional estoy imponiendo mis conclusiones a las familias con las que intervengo y, si es esto lo que debo hacer. Hay que tener en cuenta que esta libertad que nos tomamos las profesionales se basa en que nuestra opinión no es una opinión cualquiera, sino que es el resultado de nuestra cualificación y experiencia. Sin embargo, está claro, que no podemos tener razón todas. Falta reciclaje y autocrítica para llegar a un estado en el que podamos ejercer nuestra profesión con semejante seguridad.
Por lo tanto, he llegado a la conclusión, al menos de forma temporal, de que a la familia le corresponde, podríamos decir el derecho y el deber de decidir, y a las profesionales asesorar desde el respeto a esas decisiones. Quizás, siendo un poco más ambiciosa, a las profesionales nos corresponde dar un paso más allá e intentar que las decisiones se tomen de forma informada y responsable.
Con este principio de procedimiento, si se diera el escenario de que una familia quiere aplicar el método Stivill, como profesional me correspondería explicar en qué se basa este método y las controversias existentes al respecto, con el fin de garantizar que tome una decisión informada. Y si decide seguir adelante, ayudarle a aplicar este método de la forma más eficaz posible, aunque sea una técnica que yo no comparto.


A la familia le corresponde el derecho y el deber de decidir, y a las profesionales asesorar desde el respeto a esas decisiones.




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