"Estos son tiempos de uniformidad obligatoria en todo. Nunca el mundo ha sido tan desigual en brindar oportunidades y tan parejo en los hábitos que impone".
Eduardo
Galeano.
Oriunda de un pequeño
pueblo de la costa lucense, pasé mis primeros años como cualquier otra niña,
inmersa en mi pequeño mundo donde haces lo que se espera, sin mayor motivación
o participación por mi parte. A los quince años, estudiando bachiller en Lugo,
decidí que quería estudiar derecho, dedicando los siguientes años a ese fin.
Ya en la facultad, de la
Universidad de Santiago de Compostela, y gracias a inestimables y muy queridas
compañías, que a día de hoy todavía conservo, me involucré en el programa de
voluntariado de la USC. En un principio con pequeñas participaciones en
distintas campañas solidarias para terminar desarrollando una colaboración que
marcó mi devenir, en el ámbito de la violencia de género, pudiendo colaborar
directamente con mujeres víctimas de maltrato y sus hijas e hijos.
A lo largo de la
carrera, fui teniendo claro que lo que más me motivaba era el Derecho de
Familia, razón por la cual decidí formarme en este campo, realizando el Curso
Superior de Derecho de Familia, para luego hacer un Curso de Experto en Derecho
de Sucesiones y finalmente la formación de Especialista Universitaria en
Mediación Familiar, todo ello en la USC.
La formación en
mediación abrió para mí un campo totalmente desconocido, no tanto por
conocimientos sino por el hecho de descubrir otra forma de trabajar, de
interactuar con las personas, lejos del formalismo imperante en el mundo del
derecho.
Comencé mi etapa
profesional en el ámbito del asesoramiento de empresas para continuar con mi
verdadera vocación que no es otra que la práctica de la abogacía. A través de
esta experiencia que ha ocupado los últimos nueve años de mi vida, he podido
comprobar en numerosas ocasiones que la actuación de la justicia discurre
alejada de las necesidades reales de los y las justiciables en los procesos de
familia, pues si bien sí da soluciones prácticas, abandona a su suerte a las personas
usuarias en cuanto a sus intereses personales y emocionales, tan fundamentales
en este campo, lo que redunda muchas veces en el enconamiento del problema que
se enzarza en números litigios judiciales.
Partiendo de esta idea,
con el bagaje adquirido a lo largo de los años, tanto personal como profesional
y con la inestimable y vital influencia de mis compañeras de viaje, es por lo
que he decidido abandonar mi espacio de confort e involucrarme en este nuevo
proyecto que supone la Asociación de Mujeres IdeAndo. Un espacio personal,
creado por (y para) nosotras y para todo aquel y aquella que quiera participar
de él, en el que, con la mayor modestia posible y con las mayores ganas,
pretendemos contribuir a un cambio en positivo de la sociedad en la que estamos
inmersas, pudiendo desarrollar la labor que nos apasiona de distinta manera a
la institucionalizada, anteponiendo las personas a las formas.